RESEñAS CRITICAS
por Miguel A. Izquierdo S.
Tenemos la fortuna en Morelos de contar con valiosas compañías de danza en los variados géneros, que atraen tanto a públicos interesados en la danza, como a la vez contribuyen a la formación de nuevos públicos, entre ellos infantes y jóvenes, ampliando los aportes de las artes a la sociedad.
Dos Raíces es una de esas compañías que está por cumplir diez años de existencia, que fusiona la danza folklórica, la danza contemporánea y las danzas africanas. Se trata de un colectivo entusiasta y generoso, con estructura organizativa tradicionalmente horizontal, en que cada una/o de sus miembros ha participado interpretando, creando y produciendo magníficas piezas coreográficas, originales, producto de su inventiva y pasión.
Sus logros son bastantes, al participar en festivales artísticos y dancísticos en varias entidades federativas, y en muchos municipios de Morelos, además de haber participado en un festival en Cuba. Más allá de eso, su compromiso social se ha expresado en fortalecer su raigambre con Morelos, apoyando causas populares y urgencias contingentes con funciones e intervenciones gratuitas. En esa línea, han creado varias coreografías alusivas a productos o tradiciones morelenses, como rasgo distintivo de su acción artística.
Es importante destacar que su línea constitutiva de incorporar ritmos y coreografías de corte africano, obedece al reconocimiento que han hecho a esa importante raíz de la población regional, con ascendentes africanos (de varios países), traídos en calidad de esclavos a laborar en las haciendas azucareras, principalmente, y liberados a principios del siglo XIX, y con presencia genética en amplias capas de la población, aunque poco se reconozca tal raíz.
Esta compañía se ha sostenido, principalmente, del bolsillo de sus miembros y eventualmente, con apoyos de organismos de Morelos o de la federación para producir obras específicas, y sin duda, de su gran entusiasmo y pasión, sostenidos tras cientos de ensayos y presentaciones, en que se han ido autoproduciendo, poniendo en juego sus inteligencias, sus dotes físicas y artísticas, su ingenio y espíritu creativo. Si bien sus miembros tienen formación del nivel superior en danza, es la creación y recreación de su compañía la que les ha posicionado en el país como danzantes, como coreógrafas(o), como colectivo ejemplar en las artes de la danza.
Les conozco desde hace nueve años, y cabe aquí añadir sobre su crecimiento como personas, como creadoras, como ciudadanas y ciudadano de su tiempo, solidarias, ejemplares en mostrar a infantes y jóvenes su ruta de personas creadoras, con disciplina y autodisciplina permanente como para cumplir pronto sus diez años, con madurez, creatividad y reconocimiento social.
por YUNUEN DÍAZ
La danza es una intensificación del cuerpo
Jean-Luc Nancy
Danzar el territorio ha sido una de las propuestas que por casi diez años ha articulado el trabajo de Dos raíces, danza fusión. Frente a la cultura global, que impone modas y tendencias, bailes y coreografías que se repiten a nivel internacional, Dos raíces ha respondido centrando su trabajo en lo local, tomando como referentes el folklore, la danza africana y la contemporánea tanto en su gestualidad como en su vestuario, para crear puestas en escena que se relacionan directamente con la cultura regional como una forma de resistencia ante la homogeneidad impuesta por la masificación global.
En un mundo en donde se vuelve cada vez más conflictivo encontrar un hogar (como lo denuncia la artista Lucy Lippard), arraigarse y mirar alrededor, se vuelven ejercicios necesarios para construir comunidad. En ese sentido, Dos raíces se ha concentrado en construir un entramado de complicidades con otros artistas, de modo que su trabajo no se centra únicamente en danzar, sino en crear las condiciones propicias para que la danza no sea una simple coreografía, sino un despliegue de aproximaciones estéticas en las que conviven múltiples expresiones: música, vestuario y producción audiovisual, forman una parte integral de lo que Danza Fusión ofrece.
Retrato en movimiento, es un homenaje al Estado de Morelos, tierra de levantamientos campesinos y de revoluciones aún no concretadas. Geografía en la que los espacios urbanos y rurales conviven y se traslapan, donde las tradiciones se conservan como emblemas comunitarios que definen no identidades, sino filiaciones. Donde el pasado no significa remembranza sino genealogía, es decir pertenencia.
En ese sentido, el cada vez más vigoroso movimiento de arte urbano en Morelos, se ha enfocado en pintar murales que representan la diversidad cultural del Estado, en el que aún se cuenta con comunidades que conservan su lengua originaria y tradiciones prehispánicas. Si bien, cada vez más personas emigran a Estados Unidos, una buena parte de la población se siente identificada con su ancestralidad, encontrando en ella una riqueza cultural muy amplia y profunda. Muchos de los murales que podemos encontrar en los municipios de Morelos buscan reconstruir esas narrativas: la lucha por la “Tierra y Libertad” del levantamiento zapatista, las labores del campo que pese a las políticas neoliberales se mantienen artesanales (como en el caso del arroz), las vestimentas tradicionales y el paisaje, como emblemas de pertenencia; así como la exaltación de los rasgos y fisonomía indígena que el canon pequeño burgués de la clase media mexicana exotiza, borra y discrimina. Los murales buscan crear narrativas decoloniales, imágenes que representen las realidades de un presente conflictivo. Gloria Anzaldúa, escribió: “Quiero la libertad de tallar y cincelar mi propia cara, de endurecer el sangrado con cenizas, de forjar a los propios dioses de mis entrañas”. Los murales son una forma de poner en circulación esas imágenes que nos permiten vernos a nostrxs mismxs y “cincelar nuestro propio rostro”.
En Retrato en movimiento, la danza de las bailarinas contrasta con la quietud de los entornos aún afectados por el confinamiento. Frente a los elementos visuales de los murales, su danza se convierte en intensificación de los mensajes gráficos. La danza ha sido desde siempre una forma de resistencia contra la opresión, la danza es vida, movimiento y memoria.
Uno momento especialmente interesante de la video-danza Retrato en movimiento aparece en el minuto 5:00, cuando lxs cuerpxs de lxs bailarinxs se interrelacionan con la comunidad dándole paso a los habitantes de Quebrantadero, Axochiapan, entonces se integran al desfile hombres de a pie y una terna de Apaches que lucen el traje que típicamente portan el 16 de septiembre desde hace 100 años para representar la batalla por la independencia. Bailes nuevos y viejos se fusionan así en un pequeño carnaval que irrumpe en la plaza pública recordándonos que lo público es lo comunitario y que la función del carnaval, como propone Bajtín, es la polifonía, la pluralidad, la multiplicidad. Los caballos que transitan acompañando la danza nos recuerdan que si bien, Cuernavaca, la cabecera del estado, es un espacio urbano, el resto de la geografía morelense mantiene un estilo de vida donde la naturaleza tiene un lugar preponderante. En ese momento de efusividad podemos ver cómo todos, a su manera, danzan. Los bailes comunitarios tienen por función hacer encarnar la memoria colectiva.
Retrato en movimiento, es un homenaje a Morelos, sus habitantes y sus luchas. A la comunidad muralista del Estado que ha dado imagen a los rostros, saberes e historias de la región. Un proyecto de video-danza con el que la colectiva mantiene su interés no sólo en proponer la danza como aproximación sensible y orgánica, sino como una forma de habitar el territorio.